
Primera Semana
Principio y fundamento
Empezamos (principio) por estar de acuerdo en lo que queremos conseguir; y nos apoyamos (fundamento) en eso que nos llena.
Todos buscamos un «para», pero caemos en la cuenta de que todos los «paras» que encontramos no merecen la pena. A veces tenemos que reconocer que nos hemos equivocado.
El hombre es libre y desde su libertad tiene que buscarse un «para» que le merezca la pena. En esta búsqueda se juega su felicidad, porque no todo lo que encuentra sirve. Y si no lo busca, le impondrán un «para», y eso nunca le llenará.
Principio y fundamento
Empezamos (principio) por estar de acuerdo en lo que queremos conseguir; y nos apoyamos (fundamento) en eso que nos llena.
Todos buscamos un «para», pero caemos en la cuenta de que todos los «paras» que encontramos no merecen la pena. A veces tenemos que reconocer que nos hemos equivocado.
El hombre es libre y desde su libertad tiene que buscarse un «para» que le merezca la pena. En esta búsqueda se juega su felicidad, porque no todo lo que encuentra sirve. Y si no lo busca, le impondrán un «para», y eso nunca le llenará.
¡Tarde te amé,
Hermosura tan antigua y tan nueva, tarde te amé! Tú estabas dentro de mí; yo, fuera. Por fuera te buscaba y me lanzaba sobre el bien y la belleza creados por ti. Tú estabas conmigo y yo no estaba contigo ni conmigo. Me retenían lejos las cosas. No te veía ni te sentía, ni te echaba de menos. Mostraste tu resplandor y pusiste en fuga mi ceguera. Exhalaste tu perfume, y respiré, y suspiro por ti. Gusté de ti, y siento hambre y sed. Me tocaste, y me abraso en tu paz. San Agustín San Ignaciano de Loyola:
Padre Dios, gracias porque me has hecho a tu imagen
y semejanza. Muéstrame la verdad que ven en mí tus ojos. Sé que tienes sobre mí
mucha mayor estima que la que yo me tengo a mí mismo. Ayúdame a quererme como
tú me quieres... Sé que me haces capaz de desarrollar esos tus hermosos
proyectos.
Me haces partícipe de tu inteligencia, para que reconozca y desarrolle tu presencia activa en tu Creación y vaya así conociéndote cada vez más de cerca, hasta que llegue a poderte ver cara a cara. Me das un corazón para amar a semejanza tuya, lleno de deseos y energías, insaciable hasta llegar a ti. Me regalas estas manos, expresivas y serviciales, para crear maravillas, a tu estilo… Me das voz para cantar al amor y a la belleza, a la amistad, a la lucha por la verdad y la justicia… Nos pones como tarea desarrollar todos tus dones, de forma que cada vez nos parezcamos más a ti. Nos haces partícipes de tu poder creador, capaces de desarrollos maravillosos. Ayúdanos a reconocer con sencillez todas nuestras capacidades humanas, a desarrollarlas sin fin y a ponerlas con eficiencia al servicio de los hermanos. En el respeto y la complementariedad, queremos construir juntos un mundo justo y bello, lleno de amor, como tú quieres. |
Si, pues, eres tú hechura de Dios,
deja obrar a la mano del artista que hace todas las cosas a su debido tiempo. Ofrécele tu corazón, suave y moldeable, y conserva la figura que te ha dado el artista. Que tu barro sea húmedo, que no se endurezca y pierda la huella de sus dedos. San Ireneo En este trueque de amor lo que yo tengo que dar, Amado, bien lo sé yo. No me duelen avaricias ni regateos en flor. Tengo mis potencias todas abiertas para tu sol. En este trueque de amor más que la entrega, es difícil, Amado, la aceptación. ¡Aceptar sin un desmayo todas tus rosas en flor! ¡Aceptar sobre mis ojos, sin temblar, todo tu sol! José María Pemán |